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- By Anna Gardeta
- 23/12/2015
Tengo que perder peso… ¿Tú también tienes la sensación de que esa frase te persigue? Más allá de las buenas intenciones que tengas, seguro que pones buena voluntad e intentas, concienzudamente, acallar esa voz interior. De hecho, llevas tiempo “portándote bien” en todas las comidas del día e, incluso, estás apuntada a un gimnasio al que acudes con cierta regularidad. Sin embargo, sigues sin convertir tu objetivo en una realidad.
¿Por qué? No se trata de un sabotaje de tu cuerpo ni tampoco es que las acelgas tengan, de repente, un alto contenido en grasa. Simplemente, es porque haces una serie de cosas inconscientemente que dificultan tu perdida de peso. Tu trabajo, ahora, consiste en identificar los malos hábitos y eliminarlos. Si me permites un consejo, lee con la mejor de tus disposiciones estas preguntas y procura evaluar, honestamente, cómo podrías mejorar.
1. ¿Te bebes tus calorías?
Te permites pocos caprichos en tus menús diarios y sigues a rajatabla una dieta que no te concede ni, tan siquiera, una rodaja de pan. Aún así, sigues ganando peso. El problema está en qué utilizas para acompañar tus comidas. Si acostumbras a beber líquidos azucarados como los zumos o sueles tomar vino con la comida, no estás haciendo lo correcto. Los refrescos, aunque sean light, tampoco son el mejor aliado para conseguir adelgazar. Si te aprieta mucho el antojo, tienes que encontrar substitutos más saludables. Por ejemplo, un vaso de agua fría con una rodaja de limón.
2. ¿Siempre comes saludable?
Cuando estás a dieta, sueles obsesionarte con lo light que son tus comidas. Según un estudio de la universidad de Yale, esta mentalidad hace que tu cerebro fabrique más hormonas Grelinas, causante del apetito. “Más Grelina te hace sentir menos lleno” señala la doctora Alia Crum. Para reducir la producción de Grelina -y reducir también la sensación de hambre– debes centrarte en disfrutar de las partes más apetitosas de tu ensalada, como el queso o las nueces.
3. ¿Cómo es tu relación con el gimnasio?
Aunque vayas todos los días a tu clase de fitness, el gimnasio no puede convertirse en una excusa para ponerte una ración doble. Eso, simplemente, desaprovecha tu entrenamiento. La mejor solución es que bases tus recompensas en premios que no tengan nada que ver con la comida. Por ejemplo, ver tu película favorita, darte un baño caliente o comprarte algo en el mercadillo.
Si por el contrario, tu relación con el gimnasio es demasiado laxa, tienes que replantearte la situación. No hay problema si, cada cierto tiempo, suprimes tu entrenamiento por una tarde de relax en casa. Pero, por lo menos, tienes que ser consciente de tus caprichos e intentar no convertir en rutina esos regates. Lo mejor: Planifica tus entrenamientos por adelantado.
4. ¿Trabajas demasiado?
Sólo necesitas un par de horas sentado frente al ordenador para que tu cuerpo deje de producir Lipasa, la enzima que se encarga de inhibir las grasas. Levantarse y estirar los músculos cada hora hace que tu metabolismo trabaje un 13% más y consigues producir Lipasa de manera natural, según apunta The American Journal of Clinical. Además, mover los pies o balancearse en la silla continuamente consigue quemar un 54% más de calorías.
5. ¿Duermes bien?
Que tus series favoritas no te quiten el sueño. Para rendir bien al día siguiente, tu cuerpo necesita descanso. Además, si no duermes lo suficiente, tu mente se vuelve más débil y es mucho más fácil caer en la tentación. Un estudio de American Journal of Clinical certificó que las mujeres que durmieron menos de 4 horas, comieron, al día siguiente, 300 calorías más de lo normal.
Anna Gardeta
Licenciada en Periodismo en la Universidad Autónoma de Barcelona (2007-2011) y amante del deporte. Cuando el trabajo me lo permite, dedico mi tiempo libre a hacer ejercicio y cuidar la línea. El running es mi mayor pasión.
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